En mi panza, mi sobrino: la historia de la mujer que va a prestar su vientre para que su hermano pueda ser papá
Habla de corrido Romina, está extasiada con la noticia. Dice que en Tanti, el pueblo cordobés en el que vive, no hay nadie que no se haya enterado, que sus hijos mayores saltaron de la alegría cuando supieron que la Justicia la había autorizado.
Habla de corrido Romina hasta que la pregunta la remonta a su infancia en el Valle de Punilla y la emoción la obliga a frenar: es la única mujer entre tres hermanos varones y dice que el mayor -Julián, el otro protagonista de esta historia- fue siempre «su gran protector».
Romina Mondragón (31) es cordobesa, está casada y tiene 4 hijos (el más chiquito, de 2 años). Es doula, eso significa que se dedica a acompañar a mujeres durante el embarazo, el parto y los primeros días del recién nacido. Un poco porque conoce «la experiencia de ser madre» y otro tanto por la empatía que desarrolló con su trabajo, vivía con angustia lo que le estaba pasando a Julián y a su esposa, Andrea Verino.
Quien lo cuenta a Infobae es el mismo Julián (45), todavía con la voz quebrada: «Habíamos abierto y cerrado todas las puertas», arranca, desde Córdoba capital, donde vive.
En 2003 a su esposa le diagnosticaron un carcinoma ductal infiltrante de 3° encapsulado,«un cáncer muy avanzado que puso en grave riesgo su vida». Necesitó cuatro sesiones de quimioterapia y 40 de rayos. Sabían que el tratamiento había afectado la calidad de sus óvulos, por eso apostaban a poder gestar con ayuda de una ovodonación.
«Pero no, cada vez que aparecía una esperanza después se caía», sigue Julián. Según consta en el fallo judicial, cuando quisieron hacer un tratamiento de fertilidad los médicos les informaron que «bajo ningún punto de vista» podía llevar adelante un embarazo. El riesgo era que los cambios hormonales generaran «reactivaciones de células cancerígenas».
Pensaron en la adopción y desistieron. Pensaron en la subrogación de vientre, vieron a los famosos felices por televisión con sus niños, pero también desistieron cuando supieron que todos lo habían hecho en Estados Unidos y que el costo era, aproximadamente, de 150.000 dólares: Julián es mecánico y repara tragamonedas en el casino de la ciudad; Andrea es odontóloga.
Hacía unos siete meses que habían decidido «quedarse solos» cuando el teléfono sonó. Atendió su mujer: era Romina, la hermana de Julián. Es ella quien ahora cuenta a Infobae su parte de la historia:
«Yo estaba viendo en la tele el caso de una pareja de hombres de Mendoza que había tenido un hijo gracias a una amiga que les había prestado el vientre», cuenta Romina. «Siempre había pensado que yo sería capaz de hacer algo así por ellos, pero como todos se iban al exterior creía que en Argentina no se podía».
Romina le dijo a su cuñada que prendiera la tele, que viera, que se podía, que sería bueno asesorarse con un abogado, que había una chance. Andrea la interrumpió: ‘Sí, ¿pero quién nos va a prestar un vientre?‘. «Por supuesto que yo, Andrea», le contestó Romina.
Julián, que estaba en el fondo arreglando un auto, no escuchó la conversación pero vio la cara de desconcierto de su mujer. Cuando le pasó el teléfono, Romina repitió: «Bueno, no se lo tomen a mal, no me animé a decírtelo el otro día. Yo quiero ser la mujer que engendre el bebé de ustedes».
Julián tartamudeó, pensó que era un impulso de su «hermanita», a la que le lleva 13 años y a la que cuidó «como un segundo papá» desde que era bebé. «¿Pero vos hablaste de esto con tu marido?», le preguntó. «Vos quedate tranquilo que llevo muchas noches hablando de esto con él», le contestó.
Ese mismo fin de semana Julián y Andrea fueron para Tanti.
— ¿Qué le dijiste a tu hermana cuando la viste?
— Gracias, Negra. Gracias Negra, por darnos una oportunidad.
La decisión de Romina
«Te digo honestamente, no tengo dudas, ni miedo de confundirme. Yo tengo claro que no quiero tener más hijos y que voy a gestar a mi sobrino. Se los voy a cuidar esos nueve meses, después irá con su mamá y su papá», dice Romina a Infobae.
«Es mi hermano, es mi sangre. Yo tengo un lazo muy fuerte con él, muy especial. Siempre fue así, desde que éramos chiquitos. A dónde yo iba, él iba. ¿Cómo no voy a ayudarlo si él siempre fue tan protector conmigo?».
Todavía no pudo explicarle a sus dos hijos más chicos -de 4 y 2 años- lo que está por hacer pero sí a los mayores, que tienen 10 y 7 años. «Les conté que mamá va a llevar al primo dentro de la panza, que mamá va a ayudar a los tíos a formar la familia que siempre quisieron. Ellos han visto a su tía llorar por no poder ser mamá, así que están felices y ansiosos», cuenta. Pablo, su marido, también conoce ese deseo y estuvo de acuerdo.
Por su experiencia en casos de subrogación de vientres, alguien les recomendó contactarse con el abogado Nicolás Gigena. El abogado tomó el caso, lo presentó en la Justicia y, la semana pasada, llegó la sentencia. La jueza de familia Mónica Parrello destacó la importancia de juzgar el caso con perspectiva de género:
(…) el género no se refiere simplemente a mujeres u hombres, sino a la manera en que se construyen socialmente, más aún en este caso donde se trata del derecho de una mujer a ser madre (comitente), el de otra a gestar (gestante) y el derecho a constituir una familia«.
Destacó, entre otros, el derecho a la no discriminación. Es decir, consideró que el hecho de que la «gestación por sustitución» no tenga una regulación específica en Argentina (se quitó del Código Civil y hay un vacío legal) no puede ser un obstáculo para una familia que no puede acceder a otra técnica. Obstaculizarlo, argumentó, convalida un acto de discriminación vedado por los tratados internacionales que protegen a las mujeres.
Dejó en claro que Romina será la gestante y que no tendrá ningún vínculo filial con el bebé, que será anotado como hijo de quienes manifiesten la «voluntad procreacional» de ser su madre y su padre (Julián y Andrea).
Dijo que las evaluaciones mostraban que se trataba de un «acto de amor supremo» nacido del «deseo genuino y desinteresado de brindarle a su cuñada y hermano la posibilidad de concretar el anhelo de ser padres», y que se veía «la colaboración solidaria entre mujeres, frente a la necesidad de una y el recurso de la otra».
Destacó que, llegado el momento, el niño o niña tendrá derecho a conocer su historia de origen y, con el objetivo de privilegiar el Interés superior del niño, las dos tendrán derecho a una licencia por maternidad: una para recuperarse de la gestación y el parto, la otra para ocuparse del bebé. Los intentos comenzarán este año a través de la técnica llamada ICSI con espermatozoides de Julián y óvulos de una donante anónima.
«Es importante llevar un mensaje claro a tantas parejas o personas que han visto a Marley o a Luciana Salazar hacerlo en Estados Unidos y creen que en Argentina no es viable llevar adelante su proyecto familiar», dice el abogado Nicolás Gigena. «Hace falta una ley que regule este tema,mientras tanto muchos jueces y juezas están receptando estos casos con buena predisposición y criterio».
Dice Romina que la jueza le confesó que había sido uno de los fallos más importantes de su vida. Que estaba acostumbrada a resolver divorcios, disputas familiares por la tenencia de hijos o cuotas alimentarias pero no casos «de tanto amor«.
Ese mismo día, cuando Romina volvió a casa, sus hijos mayores le preguntaron: «Y, ¿qué dijo la señora?». Romina sonrió y les contestó: «Que sí». Los chicos la abrazaron y lloraron con ella. Julián escucha la anécdota por teléfono y se queda en silencio. Después, dice: «No me va alcanzar la vida para agradecerle».
Fuente: INFOBAE