La siembra aérea toma vuelo como negocio
La cosecha récord derrama hacia todas las actividades vinculadas a la producción agrícola. Por ejemplo, los servicios aéreos. “Somos un eslabón más en la cadena y, cuando la cosecha es buena, seguro que tenemos buen trabajo”, reconoció Diego Martínez, vicepresidente de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca), durante el Congreso Imagina de la Fundación Fada.
Pero más allá de esta coyuntura favorable, hay una porción del negocio que viene creciendo sin freno, más allá de los volúmenes de las cosecha: la siembra aérea de cultivos de cobertura.
Según Martínez, empresario de Villa Valeria, en 2018 se implantaron con aviones alrededor de 250 mil hectáreas en todo el país con semillas invernales.
“Este año aún no tenemos la cifra, pero en las charlas preliminares con los socios de Fearca, todos asienten que han trabajado más que el año pasado. Si me pedís un número, te puedo decir que este año vamos a estar arriba de las 300 mil hectáreas”, subrayó Martínez.
En este contexto, comentó que este “permanente crecimiento” obliga a una mejora técnica continua. “Si bien la aviación agrícola tiene 80 años en Argentina, es un negocio nuevo, que no tiene más de una década. Estamos constantemente ajustando cosas y aprendiendo. Siempre aparecen detalles para mejorar. Es muy importante también por su aporte a la sustentabilidad, ya que estos cultivos colaboran con evitar la erosión y mantener la estructura de los suelos”, evaluó el directivo de Fearca.
Pulverizaciones, en debate
En cuanto al negocio de las aplicaciones, señaló que, en términos de costos, no ha sufrido tanto los problemas de la economía.
“En general no solemos tener grandes inconvenientes porque es una actividad dolarizada y con productos ligados a precios internacionales. Trabajamos a tantos kilos de cierto cultivo por hectárea y esa relación se va manteniendo a lo largo del tiempo”, explicó.
El problema, según Martínez, no es económico sino más bien político: las trabas que encuentran para poder trabajar son debido a legislaciones provinciales y municipales que restringen de manera considerable el uso de agroquímicos.
“Los aplicadores aéreos llevamos una mochila demasiado pesada sobre un problema que no es del todo nuestro: aplicamos menos del siete por ciento de los insumos fitosanitarios que se venden en el país”, consignó.
De todos modos, consideró que el agro en su conjunto debe “hacerse cargo y cambiar temor por conocimiento”.
La clave, desde su punto de vista, es basar la actividad en “cuestiones científicamente medibles y corroborables por cualquiera y en cualquier momento”.