VIH – El tratamiento combinado, un hito en el control del VIH, a 42 años de su descubrimiento
El 5 de junio de 1981 se reportaron cinco casos de una “rara neumonía en varones gay” y así comenzaba una historia de avances científicos que permitieron, cuatro décadas más tarde, controlar la infección. Eran los primeros casos del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que se reportaban en el mundo.
En cuatro décadas, el VIH pasó de condena a muerte rápida (salvo excepciones) a infección crónica y tratable. Un tratamiento de alta eficacia, con combinación de tres drogas potentes, fue uno de los hitos en la historia de los descubrimientos científicos que lograron el control de la infección.
Sin embargo, al tratarse de un virus que muta rápido, que se replica y no genera inmunidad de memoria, todavía se dificulta el desarrollo de una vacuna, así como de una cura efectiva. Cuáles son los avances y las materias pendientes, a 42 años del descubrimiento del VIH.
CAMBIAR Y MULTIPLICARSE
Este virus tiene algunas particularidades que dificultan el desarrollo de una vacuna y de una potencial cura.
En primer lugar, se replica rápidamente y cada una de esas multiplicaciones está asociada a cambios o mutaciones. En comparación con el archiestudiado Sars-Cov-2, este virus tiene mayores posibilidades de ir cambiando partes de su estructura, sobre todo las externas.
“Ahí está el desafío de las vacunas. Qué parte del virus voy a atacar para poder obtener la información que me ayude a proteger y a mantenerla en el tiempo”, destaca María Inés Figueroa, médica especialista en enfermedades infecciosas y miembro de Fundación Huésped.
El VIH además no genera en el organismo una inmunidad de memoria. Si bien forma anticuerpos, que se detectan en los test, esa respuesta inmunológica no protege ni frena la multiplicación.
“Uno puede decir que el virus entró y provocó una respuesta. Pero no logra – como en otras enfermedades– controlar la infección”, agregó la especialista.
TRATAMIENTO DE ALTA EFICACIA
Entre 2006 y 2017, algunos desarrollos científicos comenzaron a experimentar tratamientos alternativos para controlar mejor el virus.
En 2018, esos estudios pudieron confirmar un “tratamiento de alta eficacia” (o gold standard) que combina dos o tres drogas potentes con una mayor capacidad de frenar al virus. “No cura, pero controla la infección”, agregó Figueroa.
Este hito consiste en varias drogas con distintos mecanismos de acción. Frenan la multiplicación del virus y evitan que la enfermedad progrese.
En la práctica, sobre todo en las personas que recién se diagnostican, se administra una, dos o tres pastillas diarias que combinan dos o tres drogas diferentes. “El estándar es combinar dos o tres drogas en una pastilla que se toma una vez por día”, indicó la especialista.
El gran hito en estas cuatro décadas fue poder controlar la infección. Si el virus permanece indetectable en los distintos test comerciales y la persona mantiene la adherencia al tratamiento, entonces no transmite el virus a través de relaciones sexuales. Y una persona gestante puede dar a luz a un bebé libre de VIH.
“Al principio, cuando se hicieron los primeros diagnósticos, se indicaba AZT. Durante mucho tiempo frenó las infecciones, pero al cabo de unos años se descubrió que no alcanzaba. Hoy, con la combinación de tres drogas que actúan en distintos mecanismos, se logra frenar el virus”, expresó Figueroa.
Además de multiplicarse, el VIH destruye las células CD4 que actúan como defensa. La persona queda más susceptible y predispuesta a tener otras infecciones. “Si la infección no se controla, pueden aparecer enfermedades oportunistas o el sida”, agregó.
PRINCIPALES DESAFÍOS
Esta combinación de drogas en una o dos pastillas diarias se indica, en principal, en personas recién diagnosticadas. Aquellas que llevan más tiempo viviendo con el virus existen otras opciones, porque pueden haber interrumpido el tratamiento o en algún momento dejó de ser efectivo.
“Por potentes que sean, hoy no existe una monoterapia que sea efectiva y que se sostenga a lo largo del tiempo”, indicó Figueroa. Es decir, en la combinación de drogas que actúan en distintos niveles está la clave para el control de la infección. Además, lograron reducir los efectos adversos.
Hoy los principales desafíos pasan por mejorar la calidad de vida de las personas con esta infección crónica. Investigaciones están evaluando tratamientos de larga duración (long acting) que sean más espaciados.
En lugar de pastillas, se evalúan inyectables intramusculares e incluso subcutáneas, como los anticonceptivos que se administren cada dos, tres o seis meses. Estas medicaciones producirían la liberación sostenida de drogas en el organismo y evitarían la ingesta diaria.
“Si se sostiene el tratamiento, el virus se queda como dormido. Se logra que deje de destruir o de lesionar células de las defensas. Si se lo abandona, más rápido o más lento, el virus se despierta y se vuelve a multiplicarse”, agregó la especialista.
INTERROGANTES HACIA LA CURA
En noviembre de 2021, se conoció el caso de una mujer argentina de 30 años que se libró espontáneamente del virus sin trasplante de médula ni tratamiento específico.
Bautizada como “paciente Esperanza”, en relación con el nombre de la localidad donde reside, la mujer pudo dar con el diagnóstico después de años de incertidumbre. El test serológico de Elisa (que mide la respuesta de anticuerpos) le daba positivo desde 2013. Pero la prueba de carga viral arrojaba resultados normales.
Investigadores del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (Inbirs) realizaron estudios genéticos y descubrieron que la mujer estuvo infectada, se encontró con el virus, este se replicó y logró eliminarlo.
Este caso abre una luz de esperanza para una posible cura. “Hay muchas características del virus que conocemos, pero no tenemos suficiente información sobre la respuesta que genera el organismo. Hay mecanismos inmunológicos que siguen siendo una incógnita. Es ahí donde tenemos que seguir trabajando”, finalizó Figueroa.
En Argentina se está conformando un consorcio para poder detectar y estudiar otros posibles “pacientes Esperanza”: personas que viven con VIH y que integran el grupo de los controladores excepcionales o “de elite”, quienes, sin tratamiento antirretroviral, presentan cargas indetectables. La idea es poder encontrar más casos y que no pasen inadvertidos en el país ni en el mundo.
la voz