No se animaba a agarrar una gallina: ahora cría 900 y produce 25 mil huevos por mes
Priscilla Novello cuenta entre risas que cuando era pequeña ni siquiera se animaba a agarrar una gallina. “Íbamos con mis hermanos al gallinero de mi abuela, y yo me quedaba afuera”, comenta esta cordobesa oriunda de Altos de Chipión y radicada en Porteña, donde hoy cría a campo más de 900 gallinas que producen unos 25 mil huevos mensuales.
Ingeniera agrónoma de profesión, recibida en 2018, hace dos años que decidió encarar su propio emprendimiento en un campo familiar y eligió las aves.
“Un día estaba cocinando y me puse a observar lo que es el huevo. Me llamó atención la cáscara, la yema, cómo puede formarse algo así. Me dio curiosidad y a partir de ahí comencé a indagar sobre distintas formas de producción”, señala en un alto de su trabajo en el campo.
Un recorrido por el reconocido establecimiento El Mate, en Adelia María, donde se realiza ganadería regenerativa y donde apuestan a un manejo natural, le abrió la cabeza.
“Cuando conocí el sistema que aplica Bruno Vasquetto en El Mate, empecé a investigar y tratar de conocer más para irme largando. De hecho, Bruno fue el que me aconsejó largar con 500 gallinas”, sostiene Priscilla, de 30 años.
Comenzó junto con un compañero de la universidad, quien después de un año y medio decidió no seguir y ella le compró su parte de la sociedad.
En Doña Fortunata, tal el nombre del establecimiento de Priscilla, en una parcela de una hectárea donde se encuentran dos grandes gallineros se producen más de 800 huevos de campo por día.
Allí las gallinas pastorean en libertad, alimentándose fundamentalmente de la alfalfa que siembran. Los gallineros son móviles y se van cambiando cada cierta cantidad de tiempo presión de pastoreo. Los desechos de las gallinas proporcionan fertilización.
“Las gallinas están todo el día pastoreando, cuentan con mediasombra, a la tardecita van al gallinero y se las encierra para pasar la noche (se las cierra por los depredadores). En el emprendimiento se logra: fertilización in vitro más bienestar animal más producto saludable”, señala.
“La base en donde pastorean es alfalfa. Ahí no hago aplicación de fitosanitarios, entonces el volumen de alfalfa se va perdiendo. Ellas comen muy abajo, hasta la raíz casi. Además, hacen pozos donde se dan baños de tierra para bajar la temperatura. Esos pozos hacen perder alfalfa y que gane espacio la maleza. La idea es hacer una intersiembra con avena, para que el alimento sea más nutritivo”, narra la emprendedora.
Las gallinas se mueven en libertad por la parcela donde se encuentran ambos gallineros, protegidas de los depredadores. “Están libres para moverse. Las tengo diferenciadas por si brota alguna enfermedad o pasa algo. Las redes tienen boyeros. Cada una se acostumbra a su gallinero. A veces se mezclan, pero después vuelven solas a su gallinero”, cuenta.
A futuro, uno de los objetivos de la ingeniera agrónoma es automatizar el tema del agua y así evitar hacer la recarga manual en baldes. “Las últimas tormentas nos obligaron a pausar la instalación”, comenta.
La recolección de los huevos se realiza de forma manual y con dos personas se puede realizar de manera eficiente. El nido tiene una inclinación que los hace salir del otro lado del carro donde se encuentra la ponedora. El sistema hace que el huevo salga limpio.
HUEVOS DE CAMPO
Los huevos de campo tienen diferencias notables con los que se producen a gran escala. Fundamentalmente, el color de la yema, que es más intenso. Además, la densidad de la clara.
“Como pastorean en alfalfa, eso les da una fuerte dosis de caroteno. La yema tiene un amarillo intenso, parece radiactivo. La clara tiene una fuerte densidad. Rompés un huevo y queda armadito. Cambia la viscosidad del huevo y también la cáscara. No les dejo faltar calcio a las gallinas. Lo tengo a voluntad para que ellas lo incorporen solas en el comedero”, explica.
Priscilla sostiene que una de las grandes ventajas es que los huevos que vende son frescos, son del día. “Los clientes saben que del campo van al consumidor”, agrega.
Cuando llegó el camión con las primeras 500 gallinas y Priscilla vio que podían producir entre 400 y 450 huevos por día, se preguntó: “¿Y ahora dónde meto todos esos huevos?”. Por eso comenzó a diseñar la otra parte del negocio, que es la comercialización.
“Era un punto importante, dónde ubicar la producción, ja. Pero no me fue difícil acomodarme. Ahora, con más de 900 gallinas y sacando 820 huevos por día, vendo a panaderías y fábricas de pastas en Porteña. La idea era vender todo yo personalmente. Me iba hasta Freyre y repartía yo misma. Pero por una cuestión de tiempos, tenemos revendedores”.
La producción de Doña Fortunata llega a Brinkmann, Freyre, Morteros, Sunchales, entre otras ciudades.
“Apuntamos a vender más al público y no tanto a comercios. Queremos que nuestros huevos lleguen directo del campo al consumidor”, sostiene.
Las gallinas del establecimiento son las Hy-line. “Son las coloradas, bien rústicas. Me aconsejaron estas”, dice Priscilla, quien siempre se consideró “bichera”, aunque de más chica prefería las cabras, las ovejas o las llamas.
Al ser consultada sobre qué aprendió de sus animales, sostiene. “Admiro el producto se sacan. Después, es terrible el tema de la curiosidad. Verlas me ayudó a mí a ser observadora también. A las gallinas no sólo tenés que darles de comer. Tenés que mirar cómo está la cresta, la forma de caminar, de acostarse, todas cosas que al principio no observaba. Me ayudó mucho en ese sentido el médico veterinario que me asesora”, cuenta.
“Además, es cierto eso de que madrugan y que picotean todo el día. Están todo el día comiendo, nunca se cansan. Cuando pastorean, comen alfalfa, pero también insectos. Todo el día picoteando, y si es comida, mejor”.
Doña Fortunata lleva casi tres años. Empezó como una idea suelta de una ingeniera agrónoma con ganas de abrirse espacio por sí misma y ahora es un emprendimiento con bases sólidas. Haberlo encarado le enseñó a Priscilla que las cosas se pueden lograr si se tienen ganas y esfuerzo.
“Emprender me enseña a comprometerme conmigo misma, me ayuda a estar activa pensando en buscar siempre algo más para mejorar,y agradecer que lo que hago tiene impacto en las personas. No solamente por el producto que se ofrece sino también porque despierta en las personas curiosidad por conocer el sistema, preguntarse algo tan simple como ´¿de dónde sale el huevo?’ y eso ayuda a que la gente del pueblo o la ciudad este más cerca de lo que es el campo, de lo natural”, cierra.
LA VOZ