Las muertes en la provincia subieron un 16% y están de nuevo en los niveles de la pandemia
En los cinco primeros meses de este año, las muertes en la provincia de Córdoba volvieron a los niveles de la pandemia, sin Covid (o con mucho menos). Según los datos del Registro Civil provincial, entre enero y mayo hubo 15.003 decesos notificados, un 16% por encima de los 12.914 apuntados en igual período de 2023 y en una línea similar a los datos de 2022 y de 2021, los años impactados por los contagios por coronavirus.
El Sistema Integrado de Salud Argentino (Sisa) ofrece la misma lectura, con leves diferencias en los números. Para el período enero-mayo de 2024 tiene 14.727 muertes notificadas en Córdoba, contra 12.409 de estos mismos cinco meses de 2023 y levemente por debajo de las 15.949 muertes de 2022 y las 14.585 de 2021.
Si la comparación es con el período prepandémico –la normalidad previa al Covid–, el exceso en la mortalidad es aún superior. Con el Registro Civil como fuente, hay un 28,8% de incremento. Si se usa Sisa, todavía más: un 40%.
El dato llama la atención, pero aún no es una alerta roja. El área de Epidemiología del Ministerio de Salud provincial contestó a la consulta de La Voz: “Estamos atentos; realizamos un seguimiento y prestamos atención a esas cifras, y consultamos a otras fuentes, sobre todo cuando se trata de eventos bajo vigilancia. Por el momento, de acuerdo con lo registrado por el Registro Civil y con lo recibido en el Departamento de Estadística, no se observan situaciones que requieran intervención inmediata”.
Los tiempos de análisis son otros. “En los términos estadísticos metodológicos establecidos internacionalmente, los diagnósticos definitivos se cierran a 24 meses cumplidos. Es decir, en este momento se cuenta con la información cerrada de 2021″, detallaron.
Si se quiere una respuesta científica que pueda explicar las razones de este mayor número de muertes, hay que esperar ese tiempo.
El ministro de Salud provincial, Ricardo Pieckenstainer, cumplió con entregar esta respuesta técnica y consideró que lo que no se hizo en 2021 y en 2022 es lo que explica la mortalidad de este año. “Quienes no se controlaron sus tumores, quienes abandonaron sus tratamientos en pandemia, tienen un fuerte deterioro en su calidad de vida, pero no fallecen de inmediato. Por eso es que el análisis en profundidad de las causas de la mortalidad se hace a dos años”, explicó.
El desfinanciamiento de la salud y el crecimiento de la pobreza, que vienen desde hace muchos años pero que se aceleraron en los últimos meses, son responsables de lo que pasa hoy, pero sus efectos, seguramente, se verán agravados en 2025 y en 2026. “De enero a abril, no hubo provisiones de medicamentos de la Nación, muchos pacientes dejaron de comprar los medicamentos que necesitan, porque no les alcanza. En La Voz, el presidente de la Asociación de Oncólogos de Córdoba, Alejandro Rubio, dijo que hay gente que se está endeudando para seguir sus tratamientos; desde hace dos años faltan insumos importados, entre otras cosas, para la colocación de stents y la realización de otras cirugías cardiovasculares. Yo no tengo ninguna duda de que esto tiene su impacto en la salud, aunque no es algo que ocurra de manera inmediata”, interpretó.
Para el ministro, intervienen un conjunto de causas, cada una de las cuales suma al exceso en la mortalidad. Pero las enfermedades cardiovasculares, los tumores y las infecciones seguirán explicando las muertes, como todos los años. Y entre todas las causas adicionales, del contexto, “la principal es el desfinanciamiento del sistema de salud”, remarcó.
Una experta convocada a ayudar a pensar este fenómeno aseguró que “no es agarrado de los pelos” suponer que la crisis del presente influye en el crecimiento de las muertes. “Vemos una combinación de factores: por un lado, no había respiratorias y ahora volvieron todas, y sigue el Covid; pero esto nos toma con un empobrecimiento de la sociedad, que perdió las prepagas o el trabajo, que tal vez se esté alimentando mal y que cuando llega al sistema de salud, lo hace con un nivel de deterioro mucho mayor”, interpretó la especialista, que eligió el perfil bajo y no opinar con cita de sus nombre y apellido.
Era en abril
Abril fue el mes récord de 2024, con 3.727 decesos anotados. Es el número más alto de muertes desde enero de 2022, cuando se registraron 5.088 casos, en un contexto en el que la variante Ómicron del Sars-Cov-2 desbordó el sistema de atención sanitaria. El crecimiento no fue de golpe: en marzo de este año, se produjeron 2.926 muertes, 366 más que en igual mes de 2023. Pero en abril el exceso fue de 1.090 muertes. Mayo, con resultados que todavía no están consolidados, acumula otras 489 muertes en demasía.
¿Qué pasó en abril que pueda explicar este enorme pico? El recuerdo periodístico lleva a las imágenes de las guardias de los hospitales públicos y privados abarrotados de personas con síntomas de dengue.
“En marzo tuvimos Covid y dengue; y en abril, un fuerte impacto del dengue. Pero no creemos que una mayor mortalidad se explique por dengue, que tuvo 140 decesos en Córdoba en toda la temporada, desde septiembre del año pasado”, consideró Pieckenstainer.
Tampoco podría atribuirse esta mortalidad en exceso durante ese mes por la saturación de las guardias, que en rigor afectó principalmente a los hospitales públicos provinciales ubicados en el Polo Sanitario, en especial el Rawson, pero que no fue igual en el resto de los centros de salud que componen el sistema de atención. “No hubo abandono en la atención de otras patologías”, aseguró Pieckenstainer.
Hay más muertes, en una proporción que ya es significativa en términos estadísticos. El dato interpela, pero es un “dato pelado”. Le faltan elementos para guiar su interpretación: edades, sexo, ubicación geográfica y, especialmente, causas de las muertes.
“Es un dato al que hacerle muchas preguntas”, dice el epidemiólogo Miguel Díaz, exdirector del hospital Rawson, de la ciudad de Córdoba. “Tenemos que saber de qué murieron estas personas. Si afectó más a niños o a adultos mayores. Si se trató de enfermedades prevenibles, transmisibles”, interrogó.
Las respuestas a estas preguntas podrían servir para entender si, como también conjetura Díaz, es un factor el empeoramiento en las condiciones de vida de la población. Eso, y el arrastre del Covid, que se sigue purgando. “Hay personas que ya venían mal, que durante los años de la pandemia discontinuaron sus tratamientos o no fueron diagnosticados en forma temprana y accedieron al sistema con un deterioro importante”, ejemplificó.
La demora en la consulta no está motivada hoy en el aislamiento ni en la priorización de la atención de enfermos Covid sobre todas las demás enfermedades, sino en que las personas “tienen que trabajar hasta último momento, no tienen dónde dejar los chicos; son cuestiones socioeconómicas las que hacen que lleguen ‘hechos percha’, muy complicados, por enfermedades que pueden ser controlables”, consideró Díaz.
Pieckenstainer lo dice de este otro modo: “Estamos en la cola de la pandemia. Quienes no se trataron en 2021 y en 2022, en algunos casos volvieron en 2023 y en otros, nunca, y lo estamos viendo en la mortalidad de 2024″.
Destacó que, entre todos los datos, hay uno alentador: el descenso en la mortalidad en el grupo de menores de 5 años, que en los primeros cinco meses de este año registraron 122 decesos, contra 180 en 2023. En menor proporción, también fueron menos las muertes en la población de 5 a 14 años: 43 entre enero y mayo de este año contra 49 de igual período de 2023.
Atención a respiratorias y el Covid que no se fue
Para el infectólogo Hugo Pizzi, experto en dengue, el exceso en las muertes en abril no puede atribuirse a esa enfermedad. Y sí reclamó atención a la incidencia de las respiratorias, en particular por el escaso porcentaje de personas cubiertas con vacunación. “Al haber estado tanto tiempo guardados durante la pandemia, no somos los mismos ni tenemos los mismos anticuerpos, y cualquier tipo de patología nos golpea mucho. En este orden, estamos viendo mucha Gripe A, neumonías y casos de Covid, y lo más curioso es que se trata en su mayoría de pacientes que no están vacunándose, cuando las tres patologías tienen vacunas gratis”, consideró.
A su vez, Pizzi llamó la atención sobre un hecho evidente, aunque poco dicho: “el Covid nunca se fue”. Eligió esta manera de contarlo: “Todos los médicos recibimos una promoción de la vacuna Arvac que acaba de salir, que está en las farmacias y vale $ 23 mil; y en la propaganda dice ‘no olviden el Covid, que existe y el año pasado mató más gente que la gripe’. En efecto, en 2023 en Argentina hubo 100 mil casos reportados en el boletín y 500 muertos, la mayoría de ellos no vacunados o mal vacunados”.
El infectólogo Germán Ambasch coincide en que el dengue no podría ser una causa porque no tiene una alta mortalidad, ya que es menor al 1%. Y marcó como posibles explicaciones “la cantidad de enfermedades respiratorias que se han presentado y el crecimiento de los cuadros cardiológicos, con más insuficiencias cardíacas e infartos”. Dijo que lo ideal sería revisar los diagnósticos de las personas que fallecieron pero que no se les encuentra otra causa que estas, que son las que se observan “en terreno”.
El agregado de las enfermedades cardiovasculares abona, de otro modo, la hipótesis de la crisis social, económica y sanitaria como agente del exceso en la mortalidad sobre una causa que es la clásica número uno entre las responsables de fallecimientos.
En efecto, las cardiovasculares ocupan el primer lugar entre las causas identificadas y conocidas de mortalidad. En el registro consolidado que cerró el Ministerio de Salud provincial, correspondiente a 2021, esta causa encabeza el registro entre los motivos codificados, con una tasa de 297,7 fallecimientos cada 100 mil habitantes. Las causas identificadas con el impreciso “todas las demás” (TLD) tuvieron una mayor incidencia: 423 casos cada 100 mil habitantes, pero ofrecen poco material para analizar, por su vago agrupamiento. Se definen, en todo caso, por lo que no son. Por caso, no son infecciones –entre ellas, las respiratorias– que fueron responsables ese mismo año de 80,8 muertes cada 100 mil habitantes. Tampoco son derivaciones oncológicas o de tumores, que tuvieron que ver en 147 casos cada 100 mil habitantes. Ni responden a las llamadas causas externas, entre las que se listan los accidentes, los suicidios y los homicidios, que incidieron con una tasa de 37,8 cada 100 mil personas.
LA VOZ