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Estrés social. Llegó la era del gran agotamiento: por qué estamos tan cansados

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Frases cotidianas resumen un síntoma de época: parece que estamos cansados: “No doy más”. “Estoy fusilado/a”. “No tengo tiempo”.

Sucede que las cosas han cambiado de manera vertiginosa en los últimos años y estamos pagando las consecuencias.

El trabajo y sus nuevas modalidades, la conexión permanente a las tecnologías y la disolución de los límites entre la vida laboral y personal están consumiendo nuestra energía y el tiempo de ocio. Es la era del agotamiento colectivo.

El escritor e informático norteamericano Cal Newport llama el gran agotamiento a lo que les ocurre a las personas en una sociedad que vive con la sensación de no dar más.

En ese contexto –dice– la gente comienza a replantearse su vida personal y su relación con el trabajo.

Diego Mansilla Galdeano, especialista en psicología del trabajo y las organizaciones, magister en Recursos Humanos y docente e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), plantea que actualmente la recesión, el desempleo y el avance de las tecnologías están poniendo en tensión nuestro estilo de vida. “Quienes nos dedicamos a trabajar en ámbitos organizacionales, desde una mirada centrada en la salud y el bienestar, observamos un agotamiento generalizado, fatiga crónica, estrés elevado y dificultades para desconectar del trabajo”, indica a La Voz.

El psicólogo Diego Tachella, magíster en psicología clínica y también docente universitario, observa en su consultorio a personas que se exigen tanto en su trabajo que no distinguen entre las horas laborales y las propias. De esta manera, el trabajo interrumpe el descanso prácticamente en cualquier momento, lo que es advertido por familiares y amigos.

“Se manifiesta como una noción de éxito personal el mandato de estar ocupado, ser importante, cumplir con el trabajo todo el tiempo posible”, advierte.

Son personas que disfrutan su trabajo o sus resultados, y se sienten realizados a través de él, al punto que en ocasiones lo laboral lo ocupa todo.

Una señal de alerta de que algo no está del todo bien es cuando se responden mails, mensajes o llamadas de trabajo en momentos de esparcimiento, como en el cine, en un recital, en un almuerzo o en reuniones familiares.

También –apunta el psicólogo– cuando aparece cierto desánimo al momento de encuentros sociales; cuando se pierde el sentido y el placer en lo que no sea exigencia del trabajo y actividades productivas o cuando existe una necesidad de mostrarse ocupado y responsable. “Se convierte parte de su identidad el ser importantes, estar ocupados o demandados permanentemente, cuando es sólo un rol o función”, sostiene Tachella.

Mansilla Galdeano considera que la presión por rendir y la cultura de la autoexigencia han llevado a que la gente asuma la responsabilidad total de su éxito o fracaso, intensificando la presión por alcanzar resultados.

“Esta situación afecta también las interacciones personales, que se vuelven superficiales y, en muchos casos, generan sentimientos de aislamiento”, dice.

Agotamiento: un símbolo de nuestros tiempos. Acentuado en tiempos de incertidumbre económica y laboral.

Tiempos de sobreexigencia

Mónica Juncos, especialista en psicología del trabajo y las organizaciones (UNC), coincide en que el agotamiento generalizado es un problema crítico de nuestra era, impulsado por la alta exigencia laboral y la omnipresencia de la tecnología. “Este fenómeno tiene profundas implicaciones no sólo para la salud y el bienestar de los individuos, sino también para la calidad de las relaciones sociales”, considera.

Juncos remarca que el cansancio extremo está vinculado a una serie de factores, como la sobreexigencia en cuanto a las habilidades y la necesidad de capacitación permanente. “La tecnología, aunque facilita el acceso a la formación y la información, también ha difuminado los límites entre la vida laboral y personal”, apunta.

En este sentido, Juncos remarca que las redes sociales, el correo electrónico y las aplicaciones como WhatsApp se han convertido en herramientas de trabajo, lo que hace que muchos empleados se sientan obligados a estar disponibles todo el tiempo. Esta constante conexión laboral –subraya– impide la desconexión para la recuperación, lo que perpetúa un estado de alerta y estrés.

“La falta de límites claros entre el tiempo personal y laboral contribuye significativamente al agotamiento, ya que los individuos no logran tener momentos de verdadero descanso y recreación”, agrega la experta.

Los síntomas observados en parte de la población incluyen fatiga crónica, disminución de la productividad, irritabilidad, y una sensación generalizada de estar abrumado.

“A nivel psicológico, se evidencian signos de burnout, caracterizados por agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. Las personas también reportan dificultades para desconectar del trabajo y una reducción significativa en la calidad del sueño, lo que agrava el estado de cansancio”, sostiene.

Juncos destaca otro fenómeno en aumento: las personas que trabajan para otros países con usos horarios diferentes al lugar de residencia. Esto, además de vivir a contramano de sus vínculos, también lleva a un agotamiento a lo largo del tiempo.

Intromisión del trabajo

Mucho tuvo que ver la pandemia con los cambios de hábitos, con la intromisión del trabajo en el ámbito privado y, en algunos casos, provocó un clic que alertó a mucha gente sobre cómo vivía y trabajaba.

Uno de los hechos más impactantes fue “la gran renuncia”, cuando 47 millones de norteamericanos dejaron voluntariamente su empleo.

Relajación y tiempo libre. En colisión con las demandas de estos tiempos.  (Imagen ilustrativa)
Relajación y tiempo libre. En colisión con las demandas de estos tiempos. (Imagen ilustrativa)

En un estudio realizado por Mansilla Galdeano en 2020 y publicado por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) –”Nuevas subjetividades plusmodernas”– se describe cómo el teletrabajo intensificó la fatiga en aquel entonces.

“Durante la pandemia de Covid, muchos trabajadores comenzaron a usar herramientas digitales como WhatsApp y videollamadas para coordinar tareas laborales, lo que difuminó los límites entre trabajo y vida personal”, explica. Este uso intensivo de la tecnología –agrega– exacerbó la sobrecarga de trabajo y el estrés, y creó un entorno donde el agotamiento era inevitable.

Según los datos de los gigantes tecnológicos publicados en 2022, en los primeros meses de la pandemia las comunicaciones digitales aumentaron casi un 400%. Desde entonces, vías como WhatsApp se usaron para tratar temas laborales y el trabajo se empezó a filtrar en el hogar y la vida privada.

El home office se masificó y la comunicación virtual se instaló para siempre: hoy hay grupos de la oficina que funcionan todo el tiempo, sin horarios ni días.

“El aislamiento de la pandemia acentuó mucho el borramiento de los límites, trabajar desde casa, sin horarios, sin distinguir la mesa del comedor del escritorio laboral”, grafica Tachella.

La necesidad de adaptación a nuevas tecnologías y modos de trabajo incrementó la exposición y la necesidad de dar respuestas inmediatas con disponibilidad en cualquier momento del día. “Esta falta de límites claros entre el espacio laboral y personal, junto con el uso continuo de nuevas tecnologías, ha provocado una extensión de la jornada laboral y ha dificultado aún más la desconexión, especialmente para aquellos en actividades cognitivas”, considera Mansilla Galdeano.

Según un informe de Microsoft, los usuarios de su paquete ofimático dedican ahora cerca del 60% de su tiempo a utilizar herramientas de comunicación digital, y el resto a programas de creación, como Word, Excel y PowerPoint. Uno de cada cuatro trabajadores destina nueve horas a la semana sólo al correo electrónico.

La cuestión también es que las exigencias laborales son cada vez mayores, las tareas son más complejas y se requiere formación contínua y rápida. Seguimos sumando estrés.

“Esta necesidad de capacitación constante puede generar una presión significativa, ya que los trabajadores sienten que deben estar en un estado de aprendizaje permanente para no quedar obsoletos”, opina Juncos.

La demanda de tiempo y esfuerzo para aprender nuevas habilidades y adaptarse a cambios constantes –agrega– puede ser abrumadora.

“Esta situación se agrava cuando las empresas esperan que los empleados adquieran estas nuevas competencias sin reducir la carga de trabajo existente, llevando a una sobrecarga mental y física”, apunta.

En lo psicológico –remarca Juncos– un entorno de alta exigencia y constante necesidad de actualización puede llevar a una sensación de inadecuación y ansiedad. “Los empleados pueden sentirse atrapados en un ciclo interminable de mejora continua, sin la oportunidad de alcanzar un estado de competencia satisfactoria. Esta percepción de nunca estar lo suficientemente capacitado puede minar la autoestima y aumentar el estrés”, subraya.

En algunos casos –añade– puede aparecer el “síndrome del impostor”, un fenómeno psicológico en el que las personas, a pesar de sus logros y competencias, sienten una sensación de inseguridad y dudas sobre sus capacidades. Y, también, el síndrome del trabajador quemado (burnout).

Las vacaciones, y el tiempo libre, deberían ser un momento para "reseteo digital" (La Voz / Archivo)
Las vacaciones, y el tiempo libre, deberían ser un momento para «reseteo digital» (La Voz / Archivo)

Tiempo de hacer nada

El agotamiento también salpica a otras esferas sociales como el ocio, que en ocasiones queda relegado a un espacio mínimo o se ocupa con otras actividades vinculadas a la tecnología.

“Lo que antes era ocio, esparcimiento, relaciones sociales y entretenimiento, hoy es trabajo, reuniones, agenda, alarmas, despertador, organizador, base de datos. Ya nadie tiene dos agendas: personal y laboral, todo se guarda con el mismo usuario del celular en la nube, tan mezclado que cuesta diferenciarlos. Y dificulta priorizar reuniones con amigos sobre tareas productivas en esa agenda”, cree Tachella.

Hoy no es tan fácil encontrar con quién tomar un café porque todo el mundo está cansado y ocupado.

“Este aislamiento social no sólo afecta la calidad de vida sino también el bienestar emocional, ya que el apoyo social es un factor crucial para la salud mental. La disminución de interacciones sociales puede llevar a sentimientos de soledad y depresión, exacerbando el agotamiento y creando un ciclo difícil de romper”, remarca Juncos.

Los especialistas coinciden en que la falta de tiempo y el cansancio crónico tienen un impacto negativo en la salud mental y afectan la capacidad de mantener y desarrollar relaciones personales saludables.

Para Tachella, la falta de separación entre lo personal y lo laboral despoja al trabajo de su función como organizador del tiempo, separando claramente entre tiempo libre y tiempo productivo. A esto se asocia la creciente dependencia de los dispositivos.

“Ya no recordamos un número de teléfono, una dirección, incluso una definición. Estamos en la era de lo que Byung-Chul Han llama autoexplotación del hombre moderno, donde cada quien es explotador y explotado en la misma persona, en función de lograr el mayor rendimiento posible”, subraya el experto.

Agrega que ya no hay lugar al aburrimiento, al ocio, al dolce far niente, a permitir que la mente divague y fluya libremente sin estímulos externos.

El psicólogo, incluso, percibe una especie de “temor al tiempo libre” y a dejar que los pensamientos se enfrenten al vacío de no tener nada que hacer por obligación.

“Gracias a estas tecnologías siempre se está conectado al streaming, a la radio, al diario, a los mensajes, a las redes sociales, a buscar ese sentido en ser productivos”, sostiene Tachella.

Para el especialista, la hiperconexión digital, el exceso de estímulos externos, el empuje a estar siempre ocupados, el imperativo al rendimiento, la consecuente falta de tiempo para el encuentro genuino y profundo con otros, el ninguneo del aburrimiento y la tristeza, dejan a las personas sin un mundo interno. “Se va perdiendo o no se desarrolla ese diálogo con personas y personajes tomados de la lectura, de interiorizar experiencias que cuentan otros para enriquecer el repertorio de opciones y respuestas ante las demandas del mundo externo. Así se pierden la creatividad, la curiosidad, la empatía y el pensamiento crítico”, asegura.

Horarios y estrés. Manejar el sentimiento de cansancio, un punto complejo. (Imagen ilustrativa)
Horarios y estrés. Manejar el sentimiento de cansancio, un punto complejo. (Imagen ilustrativa)

Sobrecarga emocional

El estudio de Mansilla Galdeano publicado por la UNVM revela que la carga de trabajo combinada con las responsabilidades domésticas y familiares, especialmente en mujeres con doble o triple jornada laboral, crea una sobrecarga cognitiva y emocional significativa.

“La falta de límites, los constantes cambios en el contexto y la autoexigencia personal debe ser limitada y acompañada por las mismas organizaciones, instituciones y Estados (…) poniendo reglas claras que posibiliten la conciliación, el equilibrio y la salud laboral como eje fundamental”, plantea el autor del trabajo.

Monica Juncos insiste en que la falta de tiempo para actividades recreativas y la incapacidad para disfrutar del tiempo libre debido a las preocupaciones laborales contribuyen al agotamiento. “La desconexión del trabajo es esencial para la recuperación mental, y la falta de ella puede llevar a un agotamiento crónico”, remarca.

Cómo promover un ambiente laboral saludable

La psicóloga Mónica Juntos plantea que es esencial que las organizaciones reconozcan el impacto de las nuevas exigencias y tomen medidas para promover un ambiente laboral saludable. Estas son algunas recomendaciones.

  • Promover una cultura que valore el equilibrio entre la vida laboral y personal, estableciendo límites claros para el uso de la tecnología fuera del horario de trabajo.
  • Integrar las actividades formativas dentro del horario laboral para evitar la sobrecarga de trabajo y permitir que los empleados tengan tiempo para el descanso y el ocio.
  • Proveer recursos de apoyo psicológico, como programas de bienestar y asistencia psicológica para ayudar a los empleados a manejar el estrés y el agotamiento.
  • Incentivar a los empleados a tomar descansos regulares y participar en actividades de ocio, promoviendo la importancia de la desconexión para la salud mental y física.

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