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Exequias del Papa: San Francisco despidió al papa Francisco con una misa en la Catedral

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La celebración se llevó a cabo el viernes 25 de abril a las 20,00 hs. La Santa Misa por el papa Francisco fue presidida por monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco.
En un clima de oración, los fieles colmaron la catedral para honrar la memoria del papa Francisco.
En su homilía, monseñor Buenanueva comenzó describiendo la misión de Pedro, y se remitió para ello al Concilio Vaticano II diciendo que “El Concilio Vaticano II, por ejemplo, no es una referencia menor, sino fundamental. El Concilio describe así la misión de Pedro y de su sucesor: enseña que Jesús, el Señor puso al frente de su familia y especialmente del colegio apostólico al bienaventurado Pedro como principio y fundamento, perpetuo y visible de la unidad en la fe y en la comunión”, subrayó.
En este sentido, destacó que «Esa es la misión de Pedro, el apóstol, el pescador, esa es la misión de quien hace a veces de Pedro en la Iglesia, el papa, el obispo de Roma, velar, cuidar la unidad en la fe de la familia visible de Cristo que es la iglesia”.
El obispo recordó al arzobispo de Córdoba, el cardenal Ángel Rossi, por su relación cercana al papa, y relató que “Alguien que conocía muy bien el alma del padre Jorge Bergoglio, el papa Francisco, nuestro arzobispo, el cardenal Rossi, señalaba que para Bergoglio cuidar, cuidar la vida, cuidar la fragilidad humana era un verbo fundamental y que la espiritualidad sobria pero fuerte del jesuita Bergoglio, estaba cimentada por la figura de San José, que le inspiraba este cuidar el rebaño”.
Al respecto y haciendo alusión al Evangelio dijo que “El Evangelio que acabamos de escuchar, que escuchamos todos los viernes de Pascua, nos presenta una escena que nos ayuda a acercarnos a Pedro, a quien hace a veces de Pedro, el obispo de Roma, y a iluminar la persona, la vida, del papa Francisco, cuyo ministerio de 12 años como papa culminaba el lunes”.
En este tramo de la homilía recordó al papa Francisco, con sus últimas fuerzas, bendiciendo al pueblo de Dios: “La Providencia le reservó, nos reservó, esta experiencia, mientras volvíamos a cantar el Aleluya por la Pascua de Jesús, Francisco que, con un hilito de voz, lo escuchábamos, me conmovió, nos daba desde San Pedro la bendición apostólica de Pascua Urbi et Orbi, él entraba en esa noche de Vigilia Pascual para vivir su propia Pascua”, subrayó monseñor Buenanueva.
Monseñor relacionó la actitud de Pedro que se arroja al mar cuando reconoce a Jesús, con Francisco, “arrojado, un pastor arrojado, obediente, con fe viva del santo pueblo fiel de Dios, como él llamaba a la iglesia”, enfatizó.
En este aspecto, resaltó que el arrojo de Francisco residía en su fe en Jesucristo, y recordó la primera exhortación apostólica: “La primera exhortación que Francisco nos regaló, -expresó el obispo de San Francisco-, es la Evangelii Gaudium, que comienza así, la alegría del Evangelio es Jesucristo, porque en Jesucristo nace y renace la alegría”. Y continuó “Imaginemos la escena, nadando con ímpetu, olvidándose de sí, porque es el Señor el que lo espera en la orilla”.
En esto de reconocer a Jesús, expresó también que el Vaticano II “Nos enseña que el pueblo santo de Dios tiene un instinto de fe que le permite reconocer al Señor en medio de este mundo”.
En su homilía recordó también una anécdota que le contó la periodista española Paloma García Ovejero, que estuvo al lado de Francisco en momentos muy significativos, como fue, por ejemplo, la visita pastoral a la República Centroafrican: “Francisco sintió que tenía que abrir allí el año Santo, aunque no estaba garantizada su seguridad, Francisco decidió ir igual”, relató.
“Paloma García Ovejero, decía: <un vendaval>”, refiriéndose al papa. Y agregó que “Este vendaval que a todos nos ha movido el piso, empezando por quien habla, cuestionando cosas muy profundas, y cada uno de nosotros tendrá que pensar, que meditar qué ha movido en el corazón y en la vida de cada uno el vendaval de Francisco”.
Monseñor Buenanueva recalcó además la enseñanza que dejó el papa sobre tener conciencia de que hay que ser pastor con olor a ovejas, y la conciencia de ser discípulos, “Es pastor con olor a ovejas, porque es discípulo, y nunca dejará de serlo, es terrible cuando en un obispo muere la conciencia de que sigo siendo un discípulo y este ha sido también un precioso testimonio de Francisco”, resaltó.
En este aspecto dijo que “Quienes lo conocieron de cerca, sus amigos, sus alumnos, pero sobre todo los pobres, o quienes se animaban a embarrarse con el mundo de la fragilidad humana, han resaltado la tremenda capacidad de escucha del papa Francisco, discípulo, escuchando la voz de Cristo en la voz, en el reclamo, en el rostro, en los gritos de sus hermanos”.
“Para nuestra iglesia diocesana, y el camino sinodal de la escucha esta es también una enseñanza”.
“Pedro nadando hacia Jesús, el arrojo, el vendaval del papa Francisco, vendaval de Jorge Bergoglio que comenzó cuando recibió en su tierna infancia el Evangelio, no es un nadar sin sentido, tiene un norte, una meta, precisa, preciosa, la misma que tuvo Francisco de Asís: Jesús”, subrayó.
Finalmente, monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco, expresó “Permítanme terminar con unas palabras de Francisco, del Evangelii Gaudium, en palabras del papa Francisco, <Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o al menos de tomar la decisión o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso>.
<No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos>.
<Éste es el momento para decirle a Jesucristo, -esto es lo que le pasó a ese joven de 18 años en la Basílica de San José de Flores cuando descubrió su vocación-: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores»>.
< ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!>.
Concluyó con estas sencillas pero sentidas palabras: “Francisco, gracias, gracias, que el Señor te bendiga y que la Virgen Santa te guarde. Así sea”.
HOMILÍA COMPLETA:
La misión del papa
El Concilio Vaticano II, por ejemplo, no es una referencia menor, fundamental, describe así la misión de Pedro y del sucesor de Pedro, dice que Jesús, el Señor puso al frente de su familia y especialmente del colegio apostólico al bienaventurado Pedro como principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad en la fe y en la comunión. Esa es la misión de Pedro, el apóstol, el pescador, esa es la misión de quien hace a veces de Pedro en la Iglesia, el papa, el obispo de Roma, velar, cuidar la unidad en la fe de la familia visible de Cristo que es la iglesia.
Alguien que conocía muy bien el alma del padre Jorge Bergoglio, el papa Francisco, nuestro arzobispo el cardenal Rossi decía que para Bergoglio cuidar, cuidar la vida, cuidar la fragilidad humana era un verbo fundamental y que la espiritualidad sobria pero fuerte del jesuita Bergoglio, la figura que le inspiraba este cuidar el rebaño era San José.
Pero el Evangelio que acabamos de escuchar, que escuchamos todos los viernes de Pascua, nos presenta una escena que nos ayuda a acercarnos a Pedro, a quien hace a veces de Pedro, el obispo de Roma, y a iluminar la persona, el ministerio, la vida, del papa Francisco, cuyo de 12 como papa culminaba el lunes. La providencia le reservó, nos reservó, esta experiencia, mientras volvíamos a cantar el Aleluya por la Pascua de Jesús, Francisco que, con un hilito de voz, lo escuchábamos, me conmovió, nos daba desde San Pedro la bendición apostólica de Pascua Urbi et Orbi, él entraba en esa noche para vivir su propia Pascua. La escena es esta que acabamos de escuchar el resucitado está en la orilla, los pescadores han bregado toda la noche y no han pescado nada, pero alguien reconoce en el sujeto que está en la orilla y que los ha invitado y los ha procurado a una pesca que resultará sorprendente y abundante, reconoce a Jesús, este discípulo amado exclama es el Señor. Pedro, se ciñó la túnica que era lo único que tenía y se arrojó al mar.
A partir de aquí, le quiero proponer tres cosas, a partir de esta preciosa figura evangélica, conmovedora:
Pedro, aquel y este, Francisco, arrojado, un pastor arrojado, obediente, con fe viva del santo pueblo fiel de Dios, como él llamaba a la iglesia. Y navegando en medio de la bravura del mar nace el resucitado.
En la primera exhortación que Francisco nos regaló, Evangelii Gaudium, que comienza así, la alegría del Evangelio es Jesucristo, porque en Jesucristo nace y renace la alegría. Imaginemos la escena, nadando con ímpetu, olvidándose de sí, porque es el Señor el que lo espera en la orilla.
Recordó una anécdota que le contó la periodista española Ovejero, que estuvo al lado de Francisco en momentos muy significativos, como fue, por ejemplo, la visita pastoral a África, Francisco sintió que tenía que abrir allí el año Santo, aunque no estaba garantizada su seguridad, Francisco decidió ir igual.
Paloma García Ovejero, decía un vendaval, refiriéndose al papa. Este vendaval que a todos nos ha movido el piso, empezando por quien habla, cuestionando cosas muy profundas, y cada uno de nosotros tendrá que pensar, que meditar qué ha movido en el corazón y en la vida de cada uno el vendaval de Francisco.
Nos enseña que el pueblo santo de Dios tiene un instinto de fe que le permite reconocer al Señor en medio de este mundo.
El pastor con olor a ovejas, porque es discípulo, y nunca dejará de serlo, es terrible cuando en un obispo muere la conciencia de que sigo siendo un discípulo y este ha sido también un precioso testimonio de Francisco. Quienes lo conocieron de cerca, sus amigos, sus alumnos, pero sobre todo los pobres, o quienes se animaban a embarrarse con el mundo de la fragilidad humana, han resaltado la tremenda capacidad de escucha del papa Francisco, discípulo, escuchando la voz de Cristo en la voz, en el reclamo, en el rostro, en los gritos de sus hermanos.
Para nuestra iglesia diocesana, y el camino sinodal de la escucha esta es también una enseñanza.
Pedro nadando hacia Jesús, el arrojo, el vendaval del papa Francisco, vendaval de Jorge Bergoglio que comenzó cuando recibió en su tierna infancia el Evangelio. No es un nadar sin sentido, tiene un norte, una meta, precisa, preciosa, la misma que tuvo Francisco de Asís, Jesús.
Permítanme terminar con unas palabras de Francisco, del Evangelii Gaudium, en palabras del papa Francisco, Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o al menos de tomar la decisión o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo, esto es lo que le pasó a ese joven de 18 años en la Basílica de San José de Flores cuando descubrió su vocación: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».
¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
Francisco, gracias, gracias, que el Señor te bendiga y que la Virgen Santa te guarde. Así sea.
FUENTE – OBISPO BUENANUEVA
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