Salud mental. En Córdoba ya hay casi tantas muertes por suicidio como por siniestros viales
En la actualidad, el suicidio emerge como una problemática que requiere atención urgente e integral. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como el acto deliberado de quitarse la vida. Este fenómeno es multicausal y no puede atribuirse a un único hecho aislado, sino a una serie de factores que llevan a una persona a tomar esta decisión.
A pesar de ser un tema frecuentemente envuelto en el estigma y en el silencio, el suicidio es una realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo y, en especial, a Argentina y a la provincia de Córdoba.
Las cifras oficiales avaladas por la OMS aseguran que 703 mil personas se quitan la vida cada año en el mundo. A la par, mientras estos casos se van sucediendo, muchas otras personas intentan hacerlo. En América latina, Argentina es el cuarto país con mayor tasa de prevalencia, con una de 9,8 por cada 100 mil habitantes, según las últimas cifras oficiales de 2023.
Suicidios: la preocupante cifra en Córdoba
En la provincia de Córdoba, la situación es preocupante. De enero a junio de 2024, se reportaron 141 suicidios, con lo que se convirtió en la segunda causa de muerte violenta en la provincia, sólo por debajo de los siniestros viales, que causaron 154 muertes en el mismo período.
La creciente inquietud por este fenómeno se ve reflejada en las estadísticas anuales: en 2022, Córdoba registró 253 suicidios, con una tasa de 7,1 por cada 100 mil habitantes. Para 2023, la cifra aumentó a 289 suicidios, lo que representa una tasa de 8,1, lo que marcó un aumento del 13% en un solo año. Por lo que se ve en los primeros seis meses de 2024, la tendencia ascendente no está aún en condiciones de revertirse de manera significativa.
Este incremento en las cifras de suicidio en la provincia subraya la necesidad de romper el tabú que rodea a este tema y plantea la necesidad de fomentar una mayor apertura a lo que se conoce como “conversación pública”.
Según coincide la mayoría de los especialistas, la falta de diálogo y la estigmatización del suicidio resultan a menudo en falta de recursos y de apoyo para quienes enfrentan crisis emocionales. Abordarlo como un problema de salud pública es esencial para implementar estrategias efectivas de prevención y ofrecer apoyo a las personas en riesgo.
Suicidio: prevenir lo que no se habla
En este contexto, en el que el suicidio es una problemática en aumento en Córdoba, Misael Moreno Frías, integrante del Programa de Prevención de Suicidio de la Provincia, ofreció una perspectiva integral sobre los esfuerzos y desafíos vinculados con su prevención.
En diálogo con La Voz, el psicólogo contó que el programa, creado originalmente por Alejandra Rossi y sostenido por la Secretaría de Salud Mental, evolucionó para enfrentar las múltiples aristas del suicidio a nivel comunitario y profesional.
El Programa de Prevención de Suicidio de Córdoba no busca crear centros especializados únicamente para tratar este tipo de problemática, sino que aboga por una descentralización de los servicios de salud mental.
Moreno explicó que el objetivo es integrar las acciones de prevención en todos los servicios de salud: “Buscamos fortalecer a los equipos de salud para que puedan intervenir en esta temática. Entonces, la idea no es que hagamos un centro especializado para trabajar con suicidio, sino que esto sean acciones de cualquier servicio de salud”.
Esta estrategia pretende hacer que la prevención sea parte integral de la atención primaria y no depender exclusivamente de especialistas en salud mental.
Desde la reglamentación de la Ley Nacional de Prevención del Suicidio (27.130), se avanzó en la implementación de medidas concretas, como el seguimiento de casos de intento de suicidio. Moreno destacó la importancia de esta medida, ya que los intentos de suicidio son predictores significativos de riesgo. Sin embargo, la recopilación de estos datos sigue siendo un proceso en desarrollo, que requiere capacitación y un seguimiento riguroso.
“El intento de suicidio es uno de los principales predictores de riesgo. Tener datos precisos sobre esto es esencial para mejorar nuestras estrategias de prevención. Nos permite ver un registro de lo que está pasando y también, si lo que estamos haciendo es efectivo o no”, señaló.
La ley también enfatiza la corresponsabilidad comunitaria, subrayando que la prevención del suicidio debe ser un esfuerzo colectivo y no sólo una tarea de los profesionales de la salud.
Sobre la referencia a la prevención del suicidio, Moreno comentó: “Suelo escuchar que se dice ‘che, hay un programa de prevención de suicidio pero la gente se sigue suicidando, hay algo que no anda bien’, pero se tiene que comprender que no existe algo como ‘el suicidio cero’”.
“Siempre que se trabaja en relación con esto, se busca básicamente generar dispositivos y generar estrategias que permitan disminuir las tasas de suicidio, que permitan que más personas tengan información y recursos de salud”, agregó.
Suicidio: la importancia de hablar y salirse del tabú
Moreno remarcó que el estigma asociado con los problemas de salud mental puede ser un obstáculo significativo. Mencionó un estudio de 2019 realizado en Argentina, en el que se reveló que el 20% de los jóvenes habían tenido ideas suicidas en el último año. Esta estadística subraya la importancia de normalizar la conversación sobre salud mental y ofrecer apoyo accesible.
“La idea de que el suicidio sólo afecta a ‘gente rara’ es un mito. La realidad es que cualquier persona puede enfrentar problemas de salud mental y tener pensamientos suicidas”, afirmó el especialista. La prevención requiere tanto la sensibilización de la comunidad como la creación de espacios seguros para discutir estos temas sin temor a juicio.
El programa se enfoca en la capacitación a nivel primario y en el fortalecimiento territorial. “Siempre digo que esto es como el RCP: uno no espera al cardiólogo para hacer esta técnica. Entonces necesita esta atención pronta y después una más compleja de parte de los profesionales”, agregó. Esta intervención temprana en situaciones de crisis debe ser accesible y efectiva. “Estamos trabajando para mejorarla en eso, especialmente para casos prevalentes como la ansiedad y la depresión”, comentó.
Uno de los desafíos identificados es la falta de recursos y la alta demanda de atención. Moreno hizo énfasis en la metáfora del “cuello de botella”, es decir, que la cantidad de pacientes con problemas de salud mental son más que los recursos que tienen. El incremento de un personal capacitado y nuevas estrategias de intervención, como el trabajo grupal, podrían ser soluciones efectivas para abordar estas limitaciones.
El durante: las líneas telefónicas y el rol de terapeutas
Uno de los desafíos más urgentes en el campo de la salud mental en Córdoba, que está reglamentado en la ley nacional, son las líneas de asistencia. En la actualidad, la provincia trabaja en estas líneas telefónicas, pero todavía no están concretadas.
La iniciativa de Córdoba busca ir más allá de la prevención del suicidio proponiendo una red de apoyo más amplia para cualquier tipo de crisis emocional. “Esto también tiene una lógica, porque si uno plantea que sólo pueden llamar las personas que están en una situación suicida, esto aumenta la probabilidad de suicidio para la asistencia de esta crisis”, comentó Moreno.
Abrir esta conversación, y ampliar el acceso a la atención de salud mental a través de líneas telefónicas, es visto por los especialistas como un paso necesario para atender de manera integral las necesidades de la población. “No hace falta que estés en una situación de crisis suicida para recibir atención de salud mental”, señaló Moreno.
En el campo de la psicología, el trabajo con pacientes con crisis suicida es uno de los más desafiantes y delicados. La psicóloga Anesh Vasek, con más de una década de experiencia en el manejo de estas situaciones, se dedica a ofrecer un apoyo crucial a quienes atraviesan momentos de desesperación extrema.
En una entrevista con La Voz, la integrante del equipo interdisciplinario Validar (@validarcordoba) explicó que los pensamientos suicidas suelen surgir cuando las personas se enfrentan a situaciones que consideran insoportables e interminables. “Cualquier persona puede tener pensamientos suicidas cuando enfrenta un dolor emocional extremo y siente que no puede afrontarlo,” afirmó.
Sin embargo, Vasek destacó que no todas las personas que tienen estos pensamientos tomarán acción. Profundizó diciendo que aquellos que planifican activamente el suicidio a menudo están tratando de encontrar una solución a un problema que les parece insuperable.
La psicóloga aclaró que su enfoque varía según el nivel de cronicidad y la historia del paciente. “Trabajamos con pacientes que tienen una historia de suicidabilidad crónica, con pensamientos suicidas que los han acompañado durante años,” explicó. En contraste, también se encuentra con personas que tienen crisis momentáneas que no necesariamente implican una predisposición a actuar sobre esos pensamientos.
El trabajo de Vasek en momentos críticos a menudo comienza con una llamada telefónica. Durante estas conversaciones, su objetivo es proporcionar un apoyo inmediato que permita al paciente superar el impulso de autolesionarse o suicidarse.
“El suicidio es una respuesta final a un problema transitorio,” señaló Vasek. “En ese momento de crisis, la emoción es tan intensa que el impulso es hacer algo para terminar con el dolor”.
Cómo se escucha el llamado de una persona en crisis
“¿Dónde está? Porque necesito saber si está bajo riesgo o si está seguro, ¿hay alguien más ahí? ¿Qué impulso tenés? Si puede hablar…”.
Esas son las primeras palabras que Anesh les dice a sus pacientes. La psicóloga explicó que es lo primero que se escucha cuando le llega una llamada.
“Es como que no pueden respirar, cuando uno tiene como ese llanto desconsolado”, explicó Vasek, y agregó que eso es lo primero que suele escuchar cuando le llega una llamada así. “Le digo ‘respirá conmigo, necesito escucharte, necesito entenderte, no te puedo ayudar si no hablamos, quedate acá, conmigo, respiremos juntos’”, dice la psicóloga en la llamada para poder evaluar el riesgo y la disponibilidad de la persona.
La especialista detalló que una parte esencial de su intervención es ayudar a los pacientes a encontrar maneras alternativas de manejar su malestar. “Intentamos que puedan hacer algo distinto en el momento de crisis, como hablar con alguien, distraerse, o realizar alguna actividad que les permita calmarse y pensar con más claridad,” acotó. Este enfoque busca evitar que el paciente tome decisiones impulsivas que puedan tener consecuencias irreversibles.
Un aspecto clave del trabajo de Vasek, resaltó, es la validación de las emociones del paciente. Ella enfatiza la importancia de reconocer y validar el dolor que sienten los pacientes sin minimizar sus experiencias. “Validar lo válido ayuda a que la emoción se regule y a que el paciente pueda encontrar formas de resolver su crisis sin empeorar el momento”, explicó.
Vasek también destacó la importancia de una intervención flexible durante las llamadas. Dependiendo del estado emocional del paciente, ella ajusta su tono y enfoque para adaptarse a la situación.
“Si el paciente está agitado, bajo mi tono y pauso; si está lento y sin energía, elevo mi tono para energizar la conversación”, dijo. Esta adaptabilidad es crucial para mantener la efectividad del apoyo ofrecido en momentos de alta tensión.
Con el tiempo, Vasek aprendió a manejar el miedo y la ansiedad que surgen en situaciones de crisis. “Lo que me daba miedo cuando era más joven ha cambiado con la experiencia,” reflexionó. “Aprender qué hacer en cada situación y cómo hacerlo me dio tranquilidad”.
La psicóloga también mencionó que su compromiso con la prevención del suicidio implica un gran sacrificio personal, ya que las llamadas pueden ocurrir en cualquier momento: “Me han llamado cuando hacía dormir a mis hijos, estando en un casamiento, saliendo al boliche, cenando con amigas. Rodo mi entorno cercano sabe que hay un momento que suena mi teléfono y yo me levanto”.
Vasek trabaja con la terapia dialéctica conductual (DBT), un enfoque desarrollado por Marsha Linehan para tratar la desregulación emocional y el trastorno límite de la personalidad. “DBT se basa en la idea de que la desregulación emocional es el resultado de una transacción entre una vulnerabilidad emocional biológica y un entorno invalidante,” explicó Vasek. Este modelo ayuda a los pacientes a desarrollar habilidades para manejar sus emociones y situaciones difíciles de manera más efectiva.
Como madre, Anesh cuenta que es y debe ser muy difícil estar en el lugar de aquellos padres que enfrentan una situación en la que sus hijos tienen este pensamiento. “Son entendibles el miedo, el dolor, la preocupación. Muchas veces el enojo es una máscara del gran miedo que tienen, y la realidad es que en este momento su hijo se quiere matar, que está con idea y que vamos a tener que trabajar para eso en equipo”, explicó.
Desde lo profesional, recomendó hablar un poco de lo que es la validación, de las cosas que sirven hacer, de cuáles cosas no sirven hacer. “Trabajar con ellos para reconocer cuáles son los eventos desencadenantes que colaboran a nivel familiar”, agregó.
Zona Segura: la importancia de la “posvención” y el apoyo a sobrevivientes
La “posvención” es otro aspecto crucial del programa, que se centra en prevenir nuevos casos de suicidio entre las personas cercanas de quienes fallecieron. Misael Moreno Frías destacó que el duelo por suicidio puede ser complejo y doloroso, y a menudo requiere apoyo especializado.
El dispositivo Zona Segura, incluido en la iniciativa, ofrece un espacio para que las personas afectadas puedan compartir sus experiencias y recibir guía profesional.
“Es fundamental brindar un espacio adecuado para quienes han perdido a alguien por suicidio. El duelo en estos casos puede llevar a problemas de salud mental como la depresión o el estrés postraumático”, aseguró Moreno.
En este contexto, Zona Segura emerge como un espacio único de apoyo para quienes perdieron a seres queridos por suicidio. Coordinado por las psicólogas Carolina Re y Silvina Araya, este programa ofrece un acompañamiento grupal especializado que busca aliviar el dolor y facilitar la adaptación a una nueva realidad tras la pérdida.
Zona Segura nació de la necesidad observada por Re y por Araya durante sus intervenciones en diversas localidades de Córdoba. A medida que recorrían la provincia, descubrieron la carencia de espacios dedicados específicamente al apoyo de familiares y allegados de personas que se quitaron la vida.
“Notamos que había una gran necesidad de apoyo específico para quienes quedan después de una pérdida por suicidio”, explicó Carolina Re, en diálogo con este medio.
El Programa Provincial de Prevención de Suicidio se basa en la creación de un espacio grupal que ofrece alrededor de 10 encuentros en el hospital San Roque Viejo, de Córdoba, cada uno con una temática particular diseñada para guiar y apoyar a sus participantes.
Zona Segura tiene un enfoque terapéutico basado en las terapias contextuales, específicamente en la terapia de aceptación y compromiso. Esta modalidad permite que los participantes trabajen en este proceso, “no buscamos que las personas vuelvan a la normalidad anterior, sino que aprendan a adaptarse a una nueva realidad”, afirmó Re. El programa se centra en ofrecer herramientas para entender el duelo por suicidio, que tiene características únicas comparado con otros tipos de muerte.
Cada encuentro de Zona Segura tiene una planificación específica que aborda temas como los valores, la psicoeducación sobre el duelo y la desmitificación de creencias comunes. “El duelo por suicidio conlleva emociones intensas como la culpa, el enojo y la tristeza. Nuestro objetivo es ayudar a las personas a manejar estas emociones y a adaptarse a su nueva realidad”, señaló Re.
El grupo está compuesto por familiares y allegados de personas que se quitaron la vida, y es abierto a mayores de 18 años que estén atravesando un duelo. Antes de comenzar, los participantes pasan por una entrevista para establecer una relación de confianza y explicar el enfoque del grupo.
Uno de los principales retos que enfrentan en Zona Segura es la resistencia inicial a aceptar el dolor como parte del proceso de duelo. “Muchos llegan con la idea de que les vamos a dar respuestas que tal vez nosotros no tenemos, cuando en realidad trabajamos para que aprendan a convivir con lo que pasó”, explicó Re.
Zona Segura se destaca por su enfoque en la intimidad y por el respeto de la privacidad de los participantes, por lo que se limita el cupo de integrantes del grupo a un máximo de 10 personas. Este formato permite una mayor conexión y comprensión entre los miembros del grupo, lo que facilita un entorno de apoyo mutuo.
Se estima que desde esta propuesta ayudan a más de 40 personas por año a lidiar con el duelo y a brindarles herramientas. En esta propuesta, se busca ayudar a aquellos que estén dispuestos a conectar con sus emociones.
Además, el programa enfatiza la importancia de complementarse con terapias individuales, recomendando a los participantes buscar apoyo adicional fuera del grupo si es necesario. “Nuestro espacio es sólo una parte del proceso. Es fundamental que los participantes también utilicen otros recursos terapéuticos disponibles”, añadió Re.
A su vez, trabajan para evitar que la información sensible sobre el suicidio se difunda de manera inapropiada, lo cual podría desencadenar nuevos riesgos.
El suicidio es una crisis de salud pública creciente en la provincia, donde las tasas de suicidio aumentan. La estigmatización dificulta el acceso a recursos y a apoyo necesarios. Es crucial abordar el suicidio con una perspectiva integral, eliminando el tabú y fortaleciendo las estrategias comunitarias. La intervención temprana es esencial para enfrentar este problema de manera efectiva.