Cuando el bebé deseado no llega: una dura prueba para la pareja
Por Sandra Arens (especial de la agencia DPA)
El día en que Murmel partió de este mundo está marcado en el calendario. Murmel: ese era el nombre que Claudia y Jannick Becker, cuyos nombres reales fueron modificados, le pusieron al bebé que no llegó a nacer. Aborto involuntario en el séptimo mes. Desde entonces, la pareja intenta todo por volver a lograr un embarazo. Desde hace cinco años.
Cinco años llenos de decepciones y esperanzas. Decepción cada vez que llegaba la menstruación. Una y otra vez. “Cuanto más duraba, más intranquilos estábamos”, explica la mujer de 39 años. Claudia se hizo un análisis de hormonas, se hizo investigar la tiroides. También Jannick se realizó una serie de estudios. El resultado: dos personas rebosantes de salud, que juntas podrían perfectamente lograr un embarazo. En teoría.
Pero Claudia y Jannick no están solos en su deseo incumplido de tener un bebé, ya que muchas parejas pasan por la misma experiencia. Los motivos para ello son múltiples, explica el doctor Georg Griesinger, profesor y jefe del centro de fertilidad universitario Lübeck y Manhagen.
“Muchas veces no hay una falla orgánica, sino que las mujeres, con motivo de su edad, ya no son tan fértiles”, indica. Cada vez son más las mujeres que tienen su primer hijo recién a partir de los 30 años, señala el profesional.
“Muchas no tienen claro que para un embarazo ya es una edad avanzada”, comenta Griesinger, especialista en fertilidad. Los problemas frecuentemente se presentan algunos años después, con el segundo hijo.
Como en el caso de Claudia Becker, que ya tiene una hija de siete años de su primer matrimonio. Una y otra vez escucha la frase: “Al menos ya tienes un hijo”. Sí, piensa ella. Pero eso no reduce el deseo de tener un segundo hijo. Y menos aún para Jannick, quien aún no es padre.
“El deseo insatisfecho de tener un hijo con frecuencia se vuelve una difícil prueba para una relación”, advierte la terapeuta de pareja Heike Melzer.
“Muchas parejas se deciden muy conscientemente por un hijo. Si el plan no funciona en el momento deseado, entonces aparece una gran inseguridad”. Y con esta inseguridad irrumpen importantes modificaciones en la pareja. “La sexualidad se modifica”, dice Melzer: “La diversión se convierte en presión”.
Esta presión es sentida por ejemplo por Claudia Becker. Se acuerda de muchas noches durante las cuales el sexo estaba programado por calendario, aunque hubiera más ganas en realidad de ver una película. Y luego la espera.
“El momento después de la implantación siempre está lleno de esperanza”, cuenta. “Pero los test negativos del embarazo dos semanas después se sienten como muchas pequeñas muertes”, agrega.
Esas muchas pequeñas muertes… también Namiah Bauer las vivió junto a su esposo. Su deseado tercer hijo nunca llegó. “Recorrimos un largo camino con mi esposo”, relata la mujer, de actualmente 52 años.
“Aunque él también deseaba ese hijo, no siempre fuimos un equipo”. Hoy ella sabe lo que les hizo falta. “Teníamos poco apoyo y no sabíamos con quién podríamos haber hablado del tema. Y nosotros mismos hablamos muy poco de eso”, analiza.
Así aparecieron las confusiones: él no quiso manifestar su tristeza y a ella le pareció que era desinterés por parte de él. Ambos aprendieron de eso.
Y actualmente Namiah Bauer transmite sus experiencias. Ella trabaja como asesora para quienes desean tener niños y escribió un libro sobre tema.
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